Cinco capítulos, tres protagonistas y un «cáncer gay» que aterra a Londres en la década de los 80. It’s a Sin es una serie que llegó para recordarnos todos los estragos que causó el SIDA durante su descubrimiento, sin la necesidad de retratarlo como una completa tragedia.
La trama sigue a Ritchie, Roscoe y Colin, tres homosexuales cuyos caminos convergen por una misma causa: huyeron de sus familias por miedo a no ser aceptados a causa de su orientación sexual. En Londres se les unen Ash y Jill, con quienes se mudarán y bautizarán su departamento como el Pink Palace.
El grupo empieza a vivir sus mejores momentos de fiesta y celebración en compañía de hits pop de Blondie y Laura Brannigan. Entre fornicación y fiesta desenfrenada, la trama da un giro para recordar una amenaza latente, creciente y sobre todo silenciosa: un virus «gay» que comenzó en Estados Unidos y que llegaba al Reino Unido, cuyas consecuencias apuñalan al espectador y a los personajes en el final de cada episodio.
Cabe destacar que It’s a Sin no pudo llegar en un mejor momento: una serie sobre un virus mortal que se estrena cuando otro virus mortal acecha. De manera que se volvió aún más importante recordar cómo la desinformación puede perjudicar a quienes llegan a padecer el tan temido virus, llamado VIH en la serie, y COVID-19 hoy en día.
Incluso en una secuencia se observa al protagonista burlándose del SIDA y dudando de su existencia ¿esta actitud sigue vigente con otras enfermedades, cierto?
Sin embargo ¿qué es lo que diferencia a esta serie del resto? Que celebra la vida de las víctimas que cobró la enfermedad durante esta época, en lugar de lamentar la muerte. Solo It’s a Sin te transporta en dos segundos de un bar a un funeral, en el momento exacto en el que te aprendiste la canción y la estás coreando con los protagonistas.
Cabe destacar que esto no es casualidad, ya que Russell T. Davies creó a los personajes basado en personas que él mismo conoció en ese momento. De allí resultó el atrevido Ritchie, el excéntrico Roscoe, el tímido Ash, el retraído Colin y la comprometida Jill.
El relato quedó en deuda con esta última. Los cinco episodios se quedaron cortos para incluir aspectos como la vida de Jill antes de llegar al Pink Palace ¿qué generó ese intenso interés por el SIDA?, ¿por qué ella siempre estuvo decidida a pensar más allá de lo que se decía en ese momento? fueron incógnitas que pudieron quedar más claras.
La única mujer del grupo terminó convirtiéndose en ese apoyo para todos los que padecían la enfermedad, quienes de inmediato se aislaban por vergüenza. ¿Hubiesen tenido el mismo desenlace si todos hubiesen contado con una Jill que les apoyara sin temor y de manera incondicional? ¿ellos fallecieron por SIDA o por discriminación?
Hablando de discriminación… la serie tampoco se queda indiferente con respecto a las críticas que recibía la comunidad LGBTIQ+, sobre todo en una época donde se les señalaba como principales propagadores de un virus. En ello radica la importancia del Pink Palace: era ese único lugar donde no había señalamiento, donde cada uno podía expresarse a plenitud.
Donde un La! era suficiente para saber que en medio de una sociedad tan prejuiciosa, existía ese pequeño rincón en el que podías ser tú mismo.
Así es como Russell T. Davies mezcló la euforia de la fiesta y la fornicación para cautivar a la audiencia e invitar a la reflexión sobre el SIDA. Es una serie redonda que dejó clara la realidad que quería denunciar.
It’s a Sin está disponible en la plataforma de streaming HBO Max.
Y por supuesto, antes de terminar… La!