Tenía tiempo de sobra, pero 30 min me esperaban en el frío asiento de un bus para poder llegar al cine.
¡Llegué! Compré una de esas cotufas que se te acaban antes que empiece el filme, olvidé agarrar el pitillo para el refresco, corrí a la sala y me puse cómodo, estaba a punto a ver La La Land.
Empieza la película y por sus primeros 4 min me abrazó el repudio, el género musical hace gala de sus más clásicos elementos y sentí haber perdido mi dinero. Sin embargo, cuando la cámara enfoca por primera vez a Ryan y Emma, la magia explota en esa California invernal y todo vuelve a cobrar sentido.